El 2013 fue el año en el que decidí volver a correr. El camino en los últimos meses no ha sido fácil y en más de una ocasión he estado a punto de tirar la toalla. Mis piernas respondían pero había otras cosas que no iban bien.
Pasé el verano sin correr ni un kilómetro, pero con claros objetivos en mente que empecé a poner en práctica en septiembre. Poco a poco mis piernas están más fuertes, mi fondo es mayor y mi sonrisa no hay quién la borre de mi cara. Cuándo me pongo las zapatillas vuelvo a sentir esa sensación mágica que sólo sienten los que realmente tienen pasión. Una pasión que pensé que se había perdido en la última vuelta que dí a la pista de atletismo cuando era una canija. Pero seguía en mí, escondida, esperando para salir en todo su esplendor y darme en los morros con su: ¡Tu puedes!
Kilómetro a kilómetro el running va formando parte de mi rutina y no es algo que te plantees, es algo que sucede. En los últimos días, cuando no he podido salir a correr, tenía la sensación de que me faltaba algo, echaba de menos tremendamente enchufar el Ipod y quemar zapatilla. Y darme cuenta de ello me ha hecho sonreír y decirme "eres una loca más".
Esta mañana con una niebla espantosa, un frío que pelaba y un resfriado a cuestas, no ha habido nada que me parara para salir a correr. Sí, soy una loca más, empiezo a ser una runner.
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